Cómo hice Vampiros en La Habana

Por JUAN PADRÓN

Hice el guion dibujado en 18 días, trabajando sin descanso para que lo llevaran al coproductor principal el día tal. Mi esposa Berta me peleaba, que eso era un disparate, que no podía ser, que me iba a morir y el ICAIC [Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos] seguiría igual. Me daban fiebres por las noches. Durante días me quedó un tic muscular en el dedo pulgar de la mano derecha, pero entregué poco antes de fecha.

Luego, el ICAIC se demoró 21 días de más en fotocopiar el guion dibujado y mandarlo al alemán. Un avance en colores de lo que sería la producción de Vampiros… Desde el principio dio guerra esa película.

Se realizó en una época que coincidió con que los jefes de Animación querían implantar un horario de fábrica en el estudio, y se sucedían peleas sobre la hora de los llamados de edición, etc. También se metían con el tamaño de los dibujos y la cantidad de colores que yo les ponía, cosa que me revolvía histérico. Aparte de la presión de la fecha de entrega, todo esa arbitrariedad colateral crispaba los nervios, te desgastabas en fajarte con ignorantes.

Además, varios de los animadores de más experiencia se fueron del estudio, por distintas razones, o para el Yuma [los Estados Unidos]. Hice la animación con gente que prácticamente empezaba, como Mario García-Montes, que me ayudó mucho con su entusiasmo.

Los funcionarios que firmaron el contrato, llamaban de vez en cuando porque la fecha de entrega era sagrada y esto y lo otro… pues, horror, descontarían dineros si fallábamos. Eso ponía a los jefecitos al borde de la diarrea y daban brinquitos detrás de nuestras mesas de trabajo. Dijeron que pagarían a destajo y luego no pagaron. Todo encantador. Además, nosotros estábamos acostumbrados a trabajar sin presiones y ahora los cochinos coproductores capitalistas nos bajaban velocidades con el almanaque.

Tengo que reconocer que no todo fue horrible, nos divertimos muchísimo grabando las voces con los geniales Frank González, Manuel Marín, Irela Bravo, Carlos González, la Guillot… fue un privilegio trabajar con ellos.

El músico Rembert Egües se pasó con la música y cuando grabamos con Sandoval, el tipo se metía en el papel. Trajo tres trompetas y, para la escena de la bañadera, puso un cubo de agua y la metió y sopló muerto de risa. Por ese lado, gozamos la película.

Ya casi terminada, cerca de la fecha de entrega a los cerdos coproductores capitalistas, se vio que la película tenía flicker en la mayoría de los planos. Eso es que la imagen parpadea (sin motivo) por momentos. Seguíamos filmando con todas las revisiones, chequeos, precauciones, y con el manual en la mano… y volvía el flicker.

A punto de pensar que eso era una cosa del Más Allá o falta de profesionalismo de los camarógrafos (que se pusieron histéricos), se descubrió que unos tipos que hacían rejas (en aquella época de forma clandestina), se enganchaban al tendido eléctrico de Cubanacán para robar la corriente. Cada vez que soldaban, bajaba el voltaje de las luces en nuestras cámaras. Al final tuvimos que volver a filmar como el 60% de los planos en horas recontra-extras.

Pero ahí no paró la cosa.

Como no era una película para niños, la Santa Inquisición fue contra ella. (Se suponía que el estudio de Animación hiciera solo películas para niños. Los Filminutos eran una excepción, pues se vendían muy bien. Después de Vampiros… ya se pudieron hacer más).

Querían que yo hiciera dos versiones: una como está, y otra, muy descafeinada, para los cubanos. Dije que hacía una sola película, si los extranjeros podían ver tetas animadas, también los cubanos, por lo tanto: más líos con los jefes. Quedamos que la película tendría una sola versión, pero que se archivaría para Cuba durante un tiempo indefinido. (Yo pensé: qué emoción, tigre, el primer animado archivado del cine cubano.)

Mientras sucedían las discusiones, los coproductores opinaron que la peli estaba bien, y entonces, como iban a pagar (alivio), hubo una última reunión final para ver el destino del proyecto.

Aunque «no era lo que esperaban de mi trabajo», aunque «había sido un experimento fallido», aunque «los había decepcionado» (como no había hecho caso a sus atinadas orientaciones), había salido una película demasiado vernácula, vulgar, y en una clave cubana tan cerrada que nadie la iba a entender fuera de Centro Habana. Y bueno, para no tirar a la basura tanto esfuerzo, los jefes opinaron que no la iban a archivar, pero que la pondrían para mayores de 12 años y en cines de barrio. […] Esa tarde, el equipo citado a la reunión fuimos a emborracharnos, como fracasados que éramos y porque ya habíamos salido de la maldita película.

Recuerdo agradecido el esfuerzo constante de Mayito, Adalberto Hernández, Pepe Reyes, Rosa María Carreras, Modesto García (Modesto hizo acuarelas para los fondos de la película sobre el reverso de unas cartulinas, buenísimas, que eran carteles en portugués con la cara de Agostinho Neto [presidente de Angola]. Las habían tirado a la basura porque al mapa de Angola, que aparecía detrás de Neto, le faltaba [la provincia de] Cabinda) y muchos otros compañeros para entregar el trabajo en tiempo y forma (como dicen los funcionarios) y porque creían en la película.

Tratando de que pasara desapercibida a la Santa Inquisición, que gateara por debajo de la mesa, fue la única película del ICAIC que salió directo a los cines sin la clásica conferencia de prensa previa, ni premiere ni nada. (De todas maneras, rompió récord de taquilla en la primera semana de exhibición en La Habana).

De la coproducción, por nuestro abnegado trabajo durante casi dos años, obtuvimos una fotocopiadora para el estudio.

La película se dobló al alemán (trabajo impecable que me sorprendió por su calidad) y al húngaro (que me pareció igual aunque no entendí ni papa), se le hizo un subtitulaje (pésimo) al inglés y al francés (creo que bueno).

Vampiros… tuvo una mala crítica en el Caimán Barbudo y una crítica buena, de Héctor Zumbado. (Fin de las críticas). No cogió ni pal chicle en el Caracol de la UNEAC [el concurso de la Asociación de Cine, Radio y Televisión de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba], y obtuvo un segundo premio Coral (el primer premio quedó desierto).

Seis años después de su estreno (y hasta ahora), se convirtió en el animado más vendido por la Distribuidora Internacional.

Muchos años después, uno de los jefes que era hostil a Vampiros…, en un almuerzo, me comentaba momentos de la peli muerto de risa.

Tiene el número 50 entre los 100 largometrajes iberoamericanos del siglo XX (y es el único animado seleccionado). […] Está en la colección del MOMA de Nueva York.

Hice dos novelas, ¡Vampiros en La Habana! y Vampirenkommando, que tienen segunda reedición (¡ejem!).

En La Habana hay un Barbaram Bar Pepito’s, donde ofertan un trago llamado «Vampisol» y el local está decorado con escenas de Vampiros, pero no me fían ni un trago. Mucho afecto de los empleados, pero tengo que pagar, como todo el mundo.

Estamos preparando un brillante y luminoso proyecto de teatro musical (desde 2003) que está volao, pero que nadie compra.

¡Vampiros en La Habana es una peli de culto…! ¡Y la hice yo!

Tomado del epílogo de Mi vida en Cuba,
de Juan Padrón (Reservoir Books, 2021)

Deja un comentario