El hipopótamo admonitorio

Por EDWARD GOREY  

Un día, cuando tenía cinco años, Angelica estaba en el cenador, jugando a la cucaña con sus hermanos.

De repente, se percató de que algo se alzaba entre risas.

Era un hipopótamo espectral. “¡Huye de inmediato!”, dijo. “Todo se ha descubierto.”

Angelica recordó el budín de pan escondido bajo la alfombra.

Se internó en el bosque corriendo y la servidumbre fue incapaz de encontrarla hasta la caída de la tarde.

Siete años más tarde, se escabulló de St. Torpid’s para comprar jínjoles prohibidos.

El hipopótamo atrajo su atención desde la parte trasera de un camión de mudanzas. “¡Huye de inmediato!”, dijo. “Todo se ha descubierto.”

Angelica recordó la novela de cubiertas amarillentas oculta en el fondo del cesto de la ropa sucia.

Subió de un salto a un tranvía y solo se percataron de su presencia a la hora del cierre en un cine lejano.

Transcurrieron diez años y Angelica se estaba casando por primera vez.

El hipopótamo se asomó desde detrás del altar. “¡Huye de inmediato!”, dijo. “Todo se ha descubierto.”

Angelica recordó el hatillo de cartas escondidas en la chimenea.

Robó una bicicleta y se marchó pedaleando; pasaron varias semanas antes de que alguien la reconociera en una remota pensión a orillas del mar.

Pasaron otros diez años; Angelica, en el momento álgido de su notoriedad, acudió a un picnic en el Bois de Boulogne.

El hipopótamo se dejó ver en lo alto de una roca. “¡Huye de inmediato!”, dijo. “Todo se ha descubierto.”

Angelica recordó las esmeraldas ocultas entre la vichyssoise.

Escapó conduciendo el Panhard-Levassor de su anfitrión y no se la volvió a ver hasta el inicio de la temporada en Cagnes-sur-Met.

Pasaron diecisiete años; a bordo del Seppuku Maru, navegando por aguas del Océano Índico, Angelica acudía a una cita con un fogonero euroasiático.

El hipopótamo ascendió gateando las escaleras de la cubierta de segunda clase. “¡Huye de inmediato!”, dijo. “Todo se ha descubierto.”

Angelica recordó el destornillador en el depósito.

Arrojó una balsa salvavidas por la borda y saltó tras ella. Pasaron treinta y ocho días antes de que la rescataran.

Un cuarto de siglo más tarde. Angelica, convertida ahora en duquesa viuda de Paltry, estaba deambulando por sus terrenos en Shambles.

El hipopótamo emergió del interior de una cueva hecha de conchas marinas. “¡Huye de inmediato!”, dijo. “Todo se ha descubierto.”

Angelica recordó la tostada de champiñones venenosos a la parrilla.

Tomó el primer tren que salía de Much Fidgeting; a la mañana siguiente, fue aprendida en los andenes de Listless y Earshot.

Cumplidos los ochenta y seis años, Angelica comenzó a marchitarse rápidamente.

El hipopótamo entró flotando por la ventana. . “¡Huye de inmediato!”, dijo. “Todo se ha descubierto.”

Pero Angelica no consiguió recordar por qué se lo decía.

Su cuerpo cayó inerte al suelo.

Angelica se alejó montada a los lomos del hipopótamo.

Tomado de Amphigorey de nuevo
(trad. de Óscar Palmer Yáñez, Valdemar, 2009).

Deja un comentario